jueves, 2 de mayo de 2013

Una Historia Para Compartir


Cuando aquella tarde llego a la estación, le informaron que el tres estaba retrasado una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compro una revista, un paquete de galletitas y una botella de agua. Luego busco un banco en el andén central y se sentó a esperar. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano y agarraba una galletita del paquete y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.
La mujer se molesto por esto. No quería ser grosera, pero tampoco dejaría pasar aquella situación porque haría de cuenta que nada había pasado. Así que con un gesto exagerado, tomó el paquete y saco una galletita, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galletita y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomo una nueva galletita y, con señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galletita y galletita. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente.
Finalmente, la señora se dio cuenta que en el paquete solo quedaba la última galletita.
“No podrá ser tan descarado” – pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletitas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galletita y con mucha suavidad la partió le ofreció la mitad de la última galletita a su compañera de banco.
-¡Gracias! Dijo seria y cortante la mujer tomando la mitad de la galletita..
-De nada – contesto el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
De pronto, el tren anunció su partida… la señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:
-¡Que insolente, que mal educado! – sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedo totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletitas intacto.

EL OBSERVADOR, ES LA FORMA PROPIA QUE TENEMOS DE VER LAS COSAS.
SEGÚN RAFAEL ECHEVERRÍA, "NO SABEMOS COMO SON LAS COSAS, SOLO SABEMOS COMO LAS OBSERVAMOS".

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